Por: Luchy Díaz González
Muchos de nosotros todavía no hemos encontrado ese placer que andamos buscando. Al vivir
desconectados de nuestro corazón, intuimos que nos falta algo esencial para ser
felices. De ahí que haya personas que no soporten estar consigo mismas, sin
hacer nada, a solas con su vacío interior. Y dado que la sociedad nos
condiciona para creer que el amor hacia nosotros mismos es un acto de egoísmo,
vanidad y narcisismo, solemos esperar que los demás nos amen para dejar de
sentirnos incompletos e insatisfechos.
Como en cualquier otro ámbito de la vida, gozar de un saludable
bienestar emocional es una cuestión de comprensión, compromiso y entrenamiento.
Amarse a uno mismo no tiene nada que ver con sentimentalismos ni
cursilerías. Se trata de un asunto bastante serio. Al hablar de amor, nos
referimos a los pensamientos, palabras, actitudes y comportamientos que nos
profesamos a nosotros mismos. Así, amarnos es sinónimo de escucharnos, atendernos,
aceptarnos, respetarnos, valorarnos y, en definitiva, ser amables con nosotros
en cada momento y frente a cualquier situación.
El primer paso para amarnos consiste en conocernos, comprendiendo
cómo funcionamos para diferenciar lo que deseamos de lo que verdaderamente
necesitamos para ser felices. Y aunque en un primer momento lo parezca, este
proceso de autoconocimiento no es un fin en sí mismo. Es el medio que nos
permite adueñarnos de nuestra mente, superando a través de la aceptación y el
amor nuestros miedos, complejos y frustraciones.
Emocionalmente hablando, solo podemos compartir con los demás
aquello que primero hemos cultivado en nuestro corazón. Si no aprendemos a ser
felices de forma autónoma e independiente, es imposible que podamos ser
cómplices de la felicidad de las personas que nos rodean.
Vivimos pendientes de que los demás nos den eso que no hemos sabido darnos. Por el
contrario, al conectar con nuestra fuente interna de bienestar y dicha,
entramos en la vida de los demás desde la abundancia, ofreciéndoles lo mejor de
nosotros sin necesitar ni esperar nada a cambio.
"La luz es demasiado dolorosa para quienes viven en la
oscuridad" (Eckhart Tolle)
Por más buenos que creamos ser, todos funcionamos mediante
creencias, motivaciones, aspiraciones, deseos, actitudes y conductas
egocéntricas, muchas de las cuales no queremos ver ni reconocer. Por eso,
cuando alguien señala nuestros defectos y debilidades solemos ponernos a la
defensiva. Más allá de esta reacción infantil, la madurez emocional pasa por
comprender y aceptar nuestro lado oscuro, al que los psicólogos denominan
"sombra".
Paradójicamente, así es como podemos trascenderlo, dejando de
proyectar nuestros conflictos internos sobre los demás y sobre el mundo que nos
rodea.
Amarse a uno mismo también consiste en sanar las heridas
emocionales derivadas de nuestros conflictos internos.
Dado que somos especialistas en huir del dolor, al llegar a la
edad adulta solemos tapar y protegernos de dichas heridas tras una máscara del
agrado de los demás. Y de tanto llevarla puesta, corremos el riesgo de
olvidarnos quiénes éramos antes de ponérnosla. Así, para poder ir pelando las
capas de la cebolla que nos separan de nuestra verdadera esencia, es muy
recomendable adentrarnos en la meditación.
Cuando tomamos el compromiso de amarnos, lo que en verdad estamos
asumiendo es la responsabilidad de crear en nuestro interior los resultados de
bienestar que antes solíamos delegar en factores externos. Y esto pasa por
cuidar nuestro cuerpo y nuestra alimentación. También por encontrar un sano
equilibrio entre la actividad, el descanso y la relajación. E incluso por
elegir con quién nos relacionamos y a qué nos dedicamos profesionalmente. El
síntoma más evidente de que estamos cultivando el amor hacia nosotros mismos es
un aumento notable de nuestra energía vital, lo que mejora nuestra salud física
y emocional.
Además, al llevar un estilo de vida coherente y equilibrada
podemos enfrentarnos al mayor reto de todos: recuperar el control sobre nuestra
mente.
Solo así podemos nutrir y reforzar nuestra autoestima. Y esto pasa
por dejar de perturbarnos por no alcanzar el ideal de la persona que deberíamos
ser, al tiempo que comenzamos a aceptarnos y amarnos por la persona que somos.
Al adueñarnos de nuestros pensamientos nos convertimos en los
creadores de nuestra experiencia interior. Es decir, de nuestras emociones,
sentimientos y estados de ánimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario